LA MUJER EN GRECIA
La mujer en la Grecia antigua
pertenece a un espacio cerrado. Su lugar está en el hogar mientras que el
hombre se desenvuelve en el espacio público y en los negocios. Ella debe ocuparse
exclusivamente de la casa, de los asuntos domésticos. Lo decente para una mujer
en Grecia era un cuerpo velado, una mirada baja y sumisa y una actividad
receptiva y no participativa ni en la vida pública ni en el lecho conyugal. La
mujer había de obedecer al hombre y el hombre mandar.
Los primeros textos de tinte
misógino datan de mediados del siglo VIII a.C. así Hesíodo dice: “No dejes que una mujer de trasero emperifollado te engañe con palabras
engatusadoras y mimosas. Primero está tu granero. El hombre que confía en una
mujer, confía en un engaño”. La imagen que se ofrece de las mujeres es que eran seres en esencia libertinas, incontrolables e indómitas.
El mito de Pandora
cuenta que la primera mujer, inventada y modelada con tierra, fue concebida por
los dioses como un mal para los hombres, como un castigo por el robo del fuego divino que Prometeo había ejecutado para darselo a los hombres.
Dos siglos más tarde, Simónides de
Argos enumera algunos de los tópicos que sobre lo femenino tenían los
griegos: “Crió Dios a la mujer, primeramente de entendimiento y juicio desprovista,
de una cerdosa puerca; y por costumbre le hace siempre tener sucia la casa.
Reclinada en el suelo, se revuelca; jamás se lava, y de soez vestido cubierta,
y asquerosa, siempre echada sobre el sórdido cieno engorda y crece”. Continua
con su catálogo de tipos de mujer con la mujer-zorra, que es perversa, con la mujer-perro, que es
iracunda y ladradora, la mujer-tierra, vaga, la mujer-mar, histérica, la
mujer-asno, perezosa y promiscua, la mujer comadreja, dañina y esquiva, la
mujer yegua, hermosa y lasciva, la mujer-mona, que da risa de lo fea que es;
solo se salva la mujer-abeja, prudente y laboriosa. Así, desde la época arcaica,
en Grecia la mujer se concibe y se trata como un ente genérico mientras que el
hombre se define como un ser individual.
La hembra humana era por
nacimiento una fierecilla ingobernable, pero que podía ser domesticada por el
hábil hombre domador. Para domesticar a la mujer y conseguir su sumisión era
útil, a veces, usar la violencia.
En resumen los griegos veían en
las mujeres poco menos que animales poseídas por las fuerzas irracionales de la
naturaleza y no es casualidad que la mayoría de los monstruos de la mitología
griega sean del género femenino: esfinges, gorgonas, furias, arpías, sirenas…
EL ORIGEN DEL DESNUDO ARTÍSTICO
La increible idea de ofrecer a la
vista pública un cuerpo humano desnudo fue griega. Los atletas competían
desnudos en los juegos deportivos ante la mirada de miles de espectadores
vestidos, los muchachos practicaban deporte desnudos en las palestras de las
ciudades, las esculturas mostraban cuerpos varoniles a pleno sol en los
santuarios, en las oscuras cellas de los templos o como parte del paisaje
funerario sobre las tumbas de sus cementerios. La invención del desnudo
artístico, trascendental para la historia del arte occidental, es de una
innovación y atrevimiento sin precedentes.
El desnudo que inventan los
griegos no contiene ninguna connotación negativa. Es una forma de vestido, de
un hermoso y digno vestido, que diferencia sexos, etnias y clases sociales.
Desde finales del siglo VIII a.C.
el desnudo es exclusivo del varón, el desnudo femenino no aparece hasta siglos
después.
Parece que los desnudos
masculinos comienzan en Creta y la tradición continua en Esparta, los hombres
competían y bailaban desnudos durante las fiestas llamadas Gymnopaïdiai. También las mujeres espartanas bailaban desnudas en
determinados festivales y ante la mirada de los hombres, lo que, curiosamente,
algunos autores como Platón
o Plutarco explican de
forma pragmática: servía para inflamar el deseo en los hombres. Curiosamente, estos mismos autores no sintieron la necesidad de explicar el desnudo masculino.
Pero este desnudo femenino desaparecería y el arte sólo cultivó el masculino.
Durante la época arcaica en Grecia, convivió con el tipo de muchacho desnudo, Kuros, la imagen femenina que es la Kore, una agradable muchacha de gesto amable pero cubierta por un hermoso vestido bordado.
Ellos son presencias genéricas,
erguidos, y en su rigidez miran lejos, sin rastro de sentimiento alguno en su rostro a no ser por un esbozo de sonrisa leve. Su mirada va más allá de nosotros, mostrándose ajenos a la presencia
del espectador. Ellas son bonitas jóvenes que nos presentan una ofrenda
mientras se recogen con gracia el extremo del vestido.
Hombres desnudos y mujeres
vestidas, éste fue el paisaje público en los santuarios y necrópolis de todas
las ciudades griegas durante más de dos siglos.
EL DESNUDO FEMENINO
Vista la imagen que de la mujer existía en Grecia no es de extrañar que, mientras el cuerpo desnudo del varón se había convertido en algo cotidianamente ofrecido a la vista, el cuerpo desnudo de la mujer conservara toda la fuerza de lo oculto y de la prohibición. El desnudo femenino tardó mucho en aparecer en el arte griego. El primer cuerpo de mujer desnuda fue esculpido en mármol por Praxíteles en el siglo IV a.C. Es el primer desnudo público. Antes, de forma puntual, los pintores de vasos habían dibujado cuerpos de mujeres desnudas, pero eran siempre figuras justificadas por la narración de la historia –como mujeres que van a ser violadas- o por su estatus social, prostitutas o heteras o mujeres en actitudes explicitamente sexuales. Estos cuerpos femeninos se dibujaban a semejanza de los masculinos pero incompletos.
En la segunda mitad del siglo V a.C. los artistas comenzaron a explorar por primera vez la sensualidad del cuerpo femenino. Afrodita, por ser la diosa del Amor, fue una de las primeras. Así, en el frontón del Partenón, aunque el cuerpo de la diosa no se muestra desnudo, el vestido es tan ligero y está tan pegado a la piel que deja adivinar todo su contorno. Esta figura es algo más que un cuerpo femenino es la primera vez que se ofrece una figura con una carga de erotismo a los ojos de los varones.
El primer desnudo, el de Praxíteles, es muy distinto, es una imagen pública que ha de ser asumida, además como religiosa por una colectividad.
El Artista representó a la diosa del Amor, Afrodita, en una imagen de
culto y no lo tuvo fácil a la hora de exponer su obra. Los
habitantes de la isla de Cos la
rechazaron y la estatua llegó a Cnido. El escultor tuvo que buscar una excusa a su desnudo y ésta fue el baño. La diosa fue sorprendida en el momento de entrar o salir del baño y se tapa el sexo con una mano, aunque no mucho, la verdad y al mismo tiempo mira al espectador y sonrie. Sin embargo, el artista,, siguiendo la tradición, tomó como modelo para su desnudo femenino al masculino. Así centra la atención en la fuerza de las caderas, en la belleza del delicado rostro, en el elaborado peinado, y minimiza la atención hacia los órganos sexuales, senos pequeños (en la representación masculina aparece esta misma convención, órganos sexuales infantiles, mínimos) y pubis depilado, algo, esto último, sobre lo que se ha especulado mucho -algunos han querido ver una práctica habitual entre las mujeres griegas provocada por el rechazo masculino al vello púbico-. Parece, no obstante, que la “práctica” no era la
de la depilación total y si la de una depilación parcial o “arreglo” pero esta forma de representación se convertiría en la convención que seguirá el arte durante siglos y que lleva a idealizar el desnudo femenino frente al masculino ya que en éste sí que se representa el vello púbico.
La exposición de la obra de Praxíteles trajo consigo una buena cantidad de leyendas sobre las consecuencias de la contemplación del cuerpo desnudo de mujer, leyendas que se extendieron a otros personajes: Acteón,
la ceguera de Tirisias , la leyenda de
Friné.
A partir de la Afrodita de Praxíteles y durante todo el periodo helenístico, se esculpen una serie de
Afroditas utilizando casi siempre la misma
excusa, la sorpresa en el baño. Una de las más famosas es la Afrodita o Venus
de Milo mientras que una de las bellas y de mayor sugerencia erótica es la
Afrodita Calipigia. Esta última aparta su toalla y deja al descubierto unas
preciosas nalgas que ella misma contempla detenidamente. Algunos afirman que
esta imagen no es la de la diosa Afrodita sino la de una bailarina o cualquier
otra mortal ya que el tipo de representación se aparta de la del resto de
Afroditas.
El desnudo femenino, para los
griegos y menos aún para los romanos, jamás tuvo las connotaciones positivas
que el cuerpo masculino. Lo femenino era para los griegos lo que está más
próximo a la naturaleza, en lo que esta tiene de salvaje e irracional. Para los griegos, los
cuerpos desnudos son eróticamente deseables, el de la mujer y el del varón,
pero éste último además tiene un carácter noble y heroico que no tiene el femenino. Con el paso del
tiempo, el desnudo del hombre se generaliza en toda la iconografía del arte
griego. El cuerpo de la mujer, sin embargo, no representa más que a una diosa,
la del amor.
El resumen del deseo erótico para un griego podía estar en la imagen
del hijo de Afrodita y Hermes, el Hermafrodita, que une la visón trasera del
hermoso cuerpo de una mujer con el frente de un hombre.
Como ya he señalado, la mujer
también aparece desnuda en la pintura sobre objetos cerámicos casi siempre
relacionado con escenas de contenido sexual ya sea con hombres, con otras mujeres o con seres de
la mitología, faunos, sátiros, etc.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario